El Alcoholismo, Una Huida Dolorosa

El Conflicto Emocional: Soledad, Protección y la Búsqueda de Unión

Creemos que el alcohol nos ofrece alegría y calma, una dulce evasión de las tensiones diarias. Pero, ¿qué pasa cuando esa «calma» se convierte en una prisión, y la alegría en un vacío aún más profundo? Este artículo explora cómo el alcoholismo, más allá de la adicción, es un grito silencioso del alma y una poderosa invitación a reconectar con tu verdadero ser.

El Alcoholismo, Una Huida Dolorosa y la Oportunidad de Reconectar Contigo Mismo

El alcoholismo surge como un abuso del alcohol que provoca intoxicación. Puede manifestarse de forma puntual, como una borrachera ocasional, o bien cronificarse, transformándose en un estado patológico que marca la vida de quien lo padece.

El Sentido Biológico: Cuando la Realidad es Insoportable

Biológicamente, el alcoholismo es una manera de huir de una realidad que se vive como inaceptable. Su inicio suele ser en fiestas, momentos de alegría y euforia, donde el alcohol queda asociado con diversión, evasión y alivio de las tensiones cotidianas. Así, cada trago no solo desinhibe, sino que graba en la mente una falsa promesa: alcohol = alegría.

El alcohol también actúa liberando tensiones al suprimir la actividad de la región frontal del cerebro, esa que regula la memoria, la concentración y el autocontrol. Por eso, cuando se consume, parece que desaparecen las preocupaciones y se siente una calma temporal… pero a un costo alto.

El Conflicto Emocional: Soledad, Protección y la Búsqueda de Unión

En lo profundo, el alcoholismo refleja un conflicto no resuelto relacionado con la protección y el amor de mamá, así como el temor a ser herido nuevamente o a no contar con un refugio seguro. Surge un miedo a la soledad, un deseo de compensar la falta de protección, o incluso un intento inconsciente de simular el contacto con lo divino: “bebidas espirituosas” que evocan lo sagrado.

También se relaciona con la separación del padre: se busca llegar a él a través de la madre, como si los líquidos fueran un puente. Y, por supuesto, está el deseo de olvidar lo que duele, de acallar verdades familiares que pesan demasiado. No es casual que se diga que “los borrachos siempre dicen la verdad”.

El alcoholismo, al igual que otras adicciones, aparece en momentos en que se siente un vacío afectivo profundo. La persona carga con la sensación de soledad, abandono, angustia y culpa, y se percibe inútil, sin valor ni fuerza para afrontar la vida y sus retos.

Una Tensión que se Alivia con Cada Copa

Muchas veces, el alcoholismo surge en quienes crecieron en familias marcadas por el consumo de alcohol: padres o madres alcohólicos, ambientes de discordia, violencia o abuso. En otros casos, hay heridas tempranas que dejaron huella: abusos sexuales, traumas emocionales o el rechazo a la figura paterna y su ira.

Así, se establece un patrón: cuando la tensión interna es insoportable, la mente recuerda que el alcohol la alivió antes, aunque solo sea por un momento. La fórmula queda grabada: tensión + alcohol = alivio. Y cada copa refuerza ese círculo.

La Huida de la Realidad y el Sueño Insatisfecho

La persona alcohólica no solo huye del presente; también del pasado y del futuro. Se sumerge en un universo ilusorio, buscando en la embriaguez un alivio momentáneo, una fantasía donde no existen las preocupaciones ni el dolor.

Pero tras cada escape, la realidad regresa con más fuerza. La claridad mental se pierde, la depresión aparece y la dependencia se profundiza. El vacío afectivo de la infancia –ese anhelo de ser amado y aceptado sin condiciones– sigue intacto. Y cada vez se siente más lejos de la felicidad.

El Comienzo de un Nuevo Camino

Sin embargo, hay una salida. Es posible detener esta huida y comenzar a redescubrir las propias cualidades, tanto físicas como espirituales. Aunque el pasado haya sido doloroso y la botella parezca un viejo amigo, es momento de dar un paso hacia adelante.

Hoy puedes empezar a amarte, a respetarte y a ordenar tu vida. Puedes decidir soltar la desesperación y abrirte a nuevas posibilidades. Aceptar lo que eres, con compasión y sin juicio, es el primer paso para dejar de huir y empezar a vivir.

Recuerda: tú no eres tu adicción. Eres mucho más que eso. Cuando te atreves a ver tus heridas con amor, encuentras la fuerza para sanar y el coraje para escribir un nuevo capítulo en tu historia.

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